El desempleo continúa siendo una de las sombras más alargadas sobre la economía española. A pesar de las promesas de cambio y las políticas implementadas, España se aferra con fuerza al podio indeseado del paro europeo, superando a Grecia por 2.5 puntos y encabezando, sin orgullo alguno, las estadísticas de desempleo juvenil con un 27.9%.
La situación no es nueva, ni es un fenómeno aislado. Los políticos de izquierda, en lugar de enfrentar la herencia recibida y los problemas estructurales con valentía y políticas efectivas, parecen más interesados en mantener un estado de bienestar artificial, perpetuando una generación de jóvenes que no conocen otra realidad que la dependencia de las ayudas estatales. Este no es solo un fracaso político, sino también un fracaso social y moral.
La ministra de trabajo y los líderes actuales parecen más centrados en el juego político que en las soluciones reales, hablando a los ciudadanos como si carecieran de la capacidad de entender la gravedad de la situación. Mientras, la economía española se hunde cada vez más en la miseria y la ruina, como resultado de una gestión deficiente y una estrategia que parece estar más enfocada en asegurar votos que en asegurar empleos.
Con una tasa de desempleo que apenas ha logrado reducir una décima para intentar salir del abismo del paro, España se enfrenta a un futuro incierto donde sus jóvenes lideran las cifras de desempleo a nivel europeo. Las comparaciones internacionales no dejan lugar a dudas: otros países avanzan mientras España se estanca.
Es hora de un cambio, de una política que mire más allá de las «paguitas» y que se centre en la creación de empleo real y sostenible. Los ciudadanos españoles merecen líderes que les hablen claro, que trabajen por el bienestar colectivo y que se dediquen a construir, no a mantener el statu quo de la inacción y el conformismo. El desempleo no es solo un número; es el reflejo de políticas fallidas y de una visión cortoplacista que necesita ser superada.
