En un momento crítico para Europa, dos países enfrentan la crisis migratoria con estrategias diametralmente opuestas, obteniendo resultados radicalmente diferentes. Mientras que en Italia, bajo el liderazgo de Giorgia Meloni, la llegada de inmigrantes ilegales se redujo en un 60% durante el primer trimestre de 2024, España, gobernada por el Partido Socialista, sus aliados de izquierda y nacionalista, más el apoyo del Partido Popular en inmigración ilegal, experimentó un aumento alarmante del 277% en el mismo período. Las cifras son claras: 11.329 inmigrantes ilegales desembarcaron en Italia entre enero y marzo, mientras que España registró 13.115 solo en Canarias, un incremento del 502,2% respecto al año anterior.
La razón de este contraste es simple pero poderosa: Giorgia Meloni ha decidido retirar cualquier tipo de paga, ayuda o subvención a aquellos que entren ilegalmente en Italia. El mensaje es contundente: si entras ilegalmente, te devuelven a tu país. Punto. Sin excepciones, sin ambigüedades. Y esta política está funcionando. Los desembarcos desde Túnez, una de las principales fuentes de inmigración ilegal hacia Italia, prácticamente han desaparecido. El Plan Mattei, que Meloni lanzó como parte de una estrategia más amplia para abordar la crisis migratoria, está dando resultados impresionantes.
El Plan Mattei no solo se limita a cerrar el grifo de las ayudas a los inmigrantes ilegales, sino que también incluye inversiones significativas en los países emisores de migración, como Túnez, para mejorar la educación, la salud, la agricultura, el agua y la energía. La idea es simple pero efectiva: dar a las personas razones para quedarse en sus países de origen, en lugar de arriesgar sus vidas en peligrosos viajes hacia Europa. Este enfoque ha sido bien recibido por la Unión Europea, que también ha comenzado a cambiar su perspectiva, pasando de la redistribución de inmigrantes a la necesidad de detenerlos en origen.
Italia ha demostrado que con una política firme y coherente, la inmigración ilegal se puede controlar. Mientras tanto, en España, la situación es diametralmente opuesta. Nuestro país no solo ha permitido un aumento sin precedentes en la llegada de inmigrantes ilegales, sino que el gobierno está tramitando una iniciativa para regularizar a 500.000 inmigrantes irregulares. Esta medida, impulsada por la izquierda radical, no solo consolida el efecto llamada, sino que otorga acceso a todas las ayudas y subvenciones del Estado a aquellos que han entrado de manera ilegal. En un contexto en el que los desembarcos en Canarias ya se han disparado, esta regularización masiva es un suicidio político y social.
El contraste entre las políticas de Italia y España no podría ser más claro. Mientras Meloni protege las fronteras italianas y envía un mensaje claro de que la inmigración ilegal no será tolerada, el gobierno español, con la complicidad del PSOE y sus aliados, fomenta la inmigración descontrolada, premiando a quienes vulneran nuestras leyes. No es de extrañar que España esté sumida en una crisis migratoria sin precedentes.
Es hora de que España aprenda de Italia. En lugar de regalar ayudas y subvenciones a quienes violan nuestras fronteras, deberíamos seguir el ejemplo de Meloni: retirar todas las ayudas a los inmigrantes ilegales, reforzar nuestras fronteras y enviar un mensaje claro de que España no será el destino de aquellos que buscan aprovecharse de nuestro sistema.
El gobierno de Sánchez está llevando a España al borde del colapso, mientras que Meloni, con mano firme, está devolviendo el control a Italia. La pregunta es: ¿Cuánto tiempo más permitiremos que nuestros líderes sigan sacrificando nuestra seguridad y nuestro futuro en nombre de una política de puertas abiertas que solo beneficia a las mafias y a los oportunistas?
España necesita un cambio radical, y lo necesita ya. Porque mientras el resto de Europa avanza hacia la protección de sus fronteras y su gente, nuestro país sigue atrapado en una espiral de irresponsabilidad y ceguera ideológica que nos está llevando al desastre.